ADRIÁN Y SAN ADRIÁN EN LA TOPONIMIA. UN ENSAYO DE JAVIER GOITIA

ADRIÁN Y SAN ADRIÁN EN LA TOPONIMIA. UN ENSAYO DE JAVIER GOITIA

En este ensayo se trata de exponer cierta información que apunta a que diversos lugares que en España, Portugal, Francia, Italia, Grecia y Reino Unido, tienen nombres parecidos a “Adrián”, no están relacionados con el santo, sino con lugares en que había cuevas o refugios que eran muy recurridos por los habitantes nómadas de las épocas paleo y neolítica.


Para empezar, hay una duda general sobre los datos del Martirologio del Santo Adrián o Adriano que generalmente dicen “de Nicomedia”, por haber sido en esa ciudad turca (y tras el incendio del palacio de Máximo Galerio achacado a los cristianos cuya iglesia había mandado destruir días antes este emperador), donde fue martirizado con otros fieles alrededor del 306. Según la leyenda, Adrián fue Guardia Herculiano del emperador romano Galerio hasta que la entereza de los cristianos durante las persecuciones, le animaron a abrazar el cristianismo, por lo que fue ejecutado y desmembrado, tras lo cual los verdugos quisieron quemar los restos, pero una insistente tormenta lo impidió y su mujer Natalia, recuperó una de sus manos. Pero según otras citas, fueron dos los mártires de nombre parecido en Nicomedia, uno durante Diocleciano y otro durante Licinio, lo que no explica el porqué de este Santo haya sido – casi- tan recurrido como San Jorge en el Norte de Europa ni porqué es el patrón de soldados y charcuteros.


El caso es que la toponimia está plagada de nombres de lugar que recuerdan al Santo, bien con la advocación o sin ella; así son comunes en España, Portugal, Francia, Italia, Grecia o Escocia, nombres como Adri, Adria, Adrián, Adriano, Adrianos, Fano Adriano, Los Adrianes, Monte y Montaña de Adrián, Peña Adrián, Pico Adrián, Punta Adriano; hay decenas de ermitas de San Adrián y San Adriano y tampoco es escasa la forma Santadri, Santadriao o Santadrián. Recojo, ordeno, indago y estudio toponimia desde que tenía quince años y lo hago teniendo en cuenta lo mismo que tienen todos los demás aficionados o profesionales y además cuento con una herramienta excepcional que a lo largo de más de medio siglo he ido aprendiendo a manejar y que al igual que el agua para el temple del acero, es un útil barato, disponible, accesible y transparente: es un útil imprescindible para conseguir “abrir” muchos nombres que se resisten a otras herramientas.


Esta herramienta es el Euskera arcaico; un idioma que no es difícil de sintetizar. La descripción de apenas una docena de nombres “emparentados” que se van a mostrar a
continuación y que se encuentran en un círculo de tres mil kilómetros, se pueden repetir con infinidad de otros nombres de fonología parecida, pero se ha elegido la forma central “ADRI AN” porque sintetiza varios de los paradigmas que han mantenido bloqueado el avance de la etimología europea durante varios milenios y porque es un caso muy pedagógico, muy válido para que alguno de los lectores a los que llegue este ensayo y que ya haya presentido que las explicaciones oficiales no eran satisfactorias, aplique la fórmula a datos y sospechas que es seguro que tiene registrados.

La idea general que se muestra en estos ejemplos, viene a decir que voces parecidas a “adrian” son muy antiguas; mucho más de lo que se nos da a entender desde nuestra cultura cristiana, de que son posteriores a los siglos tercero o cuarto cuando el Imperio Romano se tambaleaba; sin embargo, es probable que sean incluso anteriores a la última regresión marina de hace 17.500 años.
Y la idea final que se propone, es que tales nombres significaban algo relativo a abrigos, cuevas o simas que los habitantes nómadas de aquéllas épocas conocían con detalle y los utilizaban como “lugares de encuentro”; algo parecido a los “meeting points” actuales de los aeropuertos y estaciones, solo que los periodos en que los distintos grupos o tribus compartían relatos y proyectos, podían ser de semanas o meses en lugar de los pocos minutos en que hoy en día paramos en esos lugares.

Este símbolo se usa hoy en día como
expresión de los “meeting points”. Esos
puntos de encuentro, eran antiguamente
ciertos lugares singulares.

Con el paso del tiempo, con el abandono de la forma de vida nómada, los nombres se mantuvieron, pero los significados se olvidaron y al llegar el cristianismo con gran fuerza, infinidad de nombres que se parecían a aquéllos de profetas, santos o mártires, se maquillaron para hacerlos subsidiarios de los nuevos valores y en los siglos posteriores se recrearon en algunos de los lugares sobresalientes, ermitas, santuarios o simples lugares de encuentros anuales o estacionales.
Veamos unos cuantos.


San Adrián de Juarros. Burgos, es un pueblecito satélite de Ibeas de Juarros donde afloran las últimas calizas de la sierra de la Demanda, (nombre que se suele asignar a una disputa de terrenos, pero que carece de consistencia, porque demandas hubo en todas partes, especialmente en las serranías) y en el cual, pese al nombre, la ermita por la que es conocido el pueblo, no es de la advocación del santo nominal, sino de San Andrés.
No hay cueva conocida en el mismo San Adrían, pero sí hay una muy llamativa a cuatro kilómetros, en el núcleo rural de Cueva y es la cavidad cárstica de la imagen, de la que brota el “Río Cueva” cuyas aguas ahora se remansan por la acumulación milenaria de aluviones del río principal o “Río Seco” al que se incorporan sus aguas, pero que hace milenios, con el suelo más bajo, pudo suponer un abrigo mucho más amplio y dotado de una corriente de agua, lo que lo haría muy atractivo para pasar temporadas.

San Adrián de Navarra en la horquilla que forman los ríos Ebro y Ega, es una población que creció mucho como consecuencia del surgimiento de las conservas “industriales” a finales del siglo XIX y de la facilidad de comercialización que le aportó el ferrocarril entre Miranda y Barcelona. Edificada en una lengua de materiales de acarreos y aluviones, en cotas más elevadas de su territorio fueron antaño muy famosas las Cuevas del Ega, conjunto de excavaciones realizadas en materiales deleznables entre capas de roca más consistente.
Es evidente la relación entre la actividad agrícola y la localización del pueblo actual, pero en épocas prehistóricas, cuando las tierras aluviales eran verdaderos sotos de densa vegetación de ribera, es posible que las cuevas del Ega estuvieran mejor situadas para el dominio de la caza en el ecotono entre ambos ríos y las terrazas circundantes y fueran lugar de encuentro y estancia temporal de grupos humanos.

No hay duda que a nivel nacional y aún internacional, el San Adrián más conocido es el del túnel, el del paso subterráneo de Lizarrate en la parzonería entre Álaba y Gipuzkoa. Un túnel breve, de alrededor de sesenta metros, pero que evita el tener que trepar por riscos y hace posible el paso de carruajes.
Conocido universalmente no solo por las descripciones de la época romántica, sino por su señalamiento como posible paso alternativo de la calzada romana entre Veleia y Burdeos y como paso optativo al de El Perdón, del Camino Francés de Santiago, aparece en multitud de prospectos para andarines.
Túnel cárstico de origen natural en cotas altas de la sierra de Azkorri, acoge una ermita muy modesta dedicada a la Santísima Trinidad, consonantes (S,T,R,) que los inteligentísimos lingüistas no han dudado en relacionar con Sant Adrián, explicando así de un golpe, dos cosas, que la gente es idiota y le da lo mismo la Trinidad que un santo turco y que la devoción no era por el santo “ex policía”, sino por el misterio de la Trinidad, obviamente, más importante.
Nada de esto aguanta un examen profundo, siendo el primer paso a analizar el porqué de la frecuente coincidencia de simas, cuevas o galerías con el nombre de Adrián.
Lizarrate, el nombre del entorno más amplio, no ofrece duda de su vasquidad: Lis arr ate: “El paso, la puerta de la peña lisa”, consecuencia de las formas de las potentes placas calizas fracturadas y visibles en el borde del anticlinal.

San Adrián de Séseve ó Sásabe, según los gustos, es una pequeña y bonita ermita románica en el entorno de Borau, en tierras jacetanas, abandonada durante siglos y que fue liberada de los acarreos que la sepultaban, hace unos cincuenta años.
El lugar en que se encuentra parece incomprensible a la gente de hoy, pero a mi me parece singular e interesante, porque se cimenta en en el arranque meridional del abrupto espinazo de un interfluvio que llega directo desde la línea de cumbres Soyerri, Blancas, Magdalena y Rigüelo, todos por encima de los 2.000 metros, para prolongarse a la zona de “Los Lecherines”, donde pasa uno de los itinerarios pedestres pirenaicos más conocido y donde se visita la Cueva Helada de Lecherines.
El lugar de la ermita es soleado y con agua todo el año, “remedando” de alguna manera a la cueva de Lecherines y –probablemente- a otras cuyas bocas están ocultas y que se hallan mucho más altas.

San Adrián de Valdueza es un pueblecito berciano perteneciente a Ponferrada, que vuelve a estar habitado tras cuarenta años de abandono, pero que ha perdido su forma de vida tradicional como los demás pueblos serranos de su entorno. La tradición dice que el pueblo rendía culto a Santa Marina y a San Adrián que tenían respectivamente ermita e iglesia, pero ni siquiera en la recopilación de Madoz se concreta eso.
El caso es que muy cerca, en el pueblo vecino de Peñalba de Santiago, se halla la “Cueva de San Genadio”, donde según la tradición moraba este monje benedictino ponferradino, que repetía el nombre del San Genadio constantinopolitano y que ya en vida era considerado santo, aunque se sabe muy poco de su vida y menos de sus milagros. La cueva es muy visitada porque aparte del atractivo mítico, está inserta en un itinerario único.

También en León, aparece otro Adrián; San Adrián del Valle, pueblo donde son famosísimas sus cientos de bodegas subterráneas, antiguos abrigos inicialmente excavados en rocas que como las riojanas, facilitaban la formación de túneles y cavernas y que posteriormente fueron completadas con fachadas de mampostería, como se ve en la foto de principios del siglo XX que se
dedica al tramo en el que está la más grande de las cuevas: La de “Doña Rosa”.

Cerca de Malpica, en La Coruña, hay una ermita dedicada a San Adrián, objeto de mucha devoción porque –dicen- obró el milagro de vencer a una plaga de culebras y además, en la mayor de las islas Sisargas que se ven desde la explanada de la ermita, se citan las ruinas de otra ermita a la advocación de Santa Marina, repitiéndose la duplicidad de santos que se daba en Valdueza, San Adrián- Santa Marina.
La costa es muy batida, escarpada y llena de bajíos de roca, así que hace ocho o diez mil años, con un mar quince metros más bajo y una tierra más emergida, las tres islas y estos múltiples escollos, formarían una pieza única con el cabo San Adrián.
Ahora mismo no hay gruta o cueva alguna conocida en las cercanías, pero los percebeiros y buceadores citan la existencia de varias “furnas” submarinas, como en Gallego se llama a las grutas. Esto no es difícil, porque tanto los granitos de la isla grande, como los gneis de las pequeñas y el cabo, suelen estar muy diaclasados y la acción del mar y de los “abanos da illa”, tal como los locales llaman a ciertos temblores perceptibles, dan lugar al desprendimiento de grandes bloques.
Veremos un caso semejante en Escocia.

Un poco al Norte de la “foz” que el río Irati traza cerca de Lumbier, están los Acantilados de La Piedra y San Adrián. Muros de caliza horadada con formas notables de grutas y ojos o pasadizos. El nombre del santo se vuelve a repetir coincidiendo con oquedades de la roca, pero aunque en las cartografías sigue apareciendo un lugar señalado como “ermita de San Adrián”, en tal punto no existen siquiera las ruinas que se ven en la de San Gregorio. Esto mismo sucede en la de Santa María. Sin embargo el pueblo es rico en ermitas, pues aún quedan las de la Trinidad en la misma cresta de ese nombre, la de San Bartolomé y la de san Pedro.
Como resumen, de San Adrián solo queda el acantilado con sus cuevas, como se ve en la foto adjunta dedicada a una de ellas.

En Rande, al fondo de la ría de Vigo, están el Monte San Adrián, el barrio Santradan y la Punta Santo Adrao y aunque ahora mismo no hay indicios cercanos de simas o cuevas, es posible que un cargadero minero abandonado con un tramo en trinchera y otro en túnel, se trazara aprovechando una cueva preexistente. El tema no es imposible, porque al otro lado de la ría, en Coruxo, está la Cueva de O Folón, excavada en los granitos por la naturaleza, lo que indica que hubo procesos geológicos que horadaron el granito.
En las fotos, O Folón y un tramo del cargadero.

Asturias tiene una comarca entera que se conoce como “Santo Adriano”; en ella se concentran varios topónimos sugerentes, como la aldeíta de “San Adrianu del Monte”, donde hay una ermita de “Santo Adriano”, en la misma comarca, en Tuñón, a menos de siete kilómetros vuelve a haber otra advocación al supuesto santo con una antigua “Abadía de Santo Adriano”, esta más conocida y
hay también varias cuevas, abrigos y minas, algunas de las cuales hacen referencia a Adrián o Adriano.
La de Tuñón, a menos de 15 kilómetros de Oviedo, es una iglesia visigótica que fue abadía, a la advocación del Santo Adriano; también hay muy cerca un abrigo natural con abundantes grabados rupestres excavado por la erosión en las calizas antiguas, que es conocido como “Abrigo de Santo Adriano”.


Los eruditos dicen que la referencia al santo mártir y a su esposa, se debe a que había reliquias de estos en la catedral de León y que esta zona asturiana dependía de aquel obispo, pero el caso es que hay sendas cuevas en la cercanía de la abadía y en ambas hay imágenes prehistóricas de distinto tipo, lo que indica que eran usadas con cierta recurrencia y a lo largo de un periodo muy amplio.
Otra, más conocida con el nombre de “Cueva del Conde”, según se dice, porque la excavó con intención científica el Conde de Vega del Sella, tiene también un atrio de considerable amplitud. En la primera foto se ve esta última desde el interior, con su valla protectora y en la segunda se puede comprobar la magnitud del “Abrigo de San Adriano”.

Siguiendo en Asturias, entre Castañedo del Monte y Santo Adriano del Monte, dentro de la misma comarca, hay una Mina-Cueva que fue explotada desde muy antiguo para extracción de hierro. Ver una de sus bocas en la fotografía inferior.

Si nos vamos a Portugal, entre Vimioso y Miranda do Douro, hay una mina denominada de Santo Adriao, que está incluida en la red de Natura por sus valores geológicos y faunísticos del entorno.
La entrada no es muy amplia (aunque pudo serlo hace miles de años), pero el interior es amplio. En la fotografía, el acceso principal que se “cerró” parcialmente con una pared y puerta, para usarla hasta no hace mucho, como abrigo, refugio y cuadra.

En Francia también se encuentran referencias al santo turco, esta vez con la forma “Adrien” ó “Adrienne”, bien en la forma canónica, “Saint Adrien” Saint Adrien, bien como Bosc, Gray, Mont…
De todos ellos, el más conocido es el de Saint Adrien Seine, donde se edificó una preciosa capilla troglodita (Chapelle rocher) aprovechando un abrigo natural al pie de un cortado del río Sena, cerca de Rouen. La nave de la ermita consiste en el propio abrigo al que se le ha adosado una pared de cierre.

En Rudere, Calabria, Italia, hay una iglesia dedicada al “Sant’Adriano” y muy cerca, a menos de dos kilómetros se halla la cueva eremitorio llamada de San Nilo, según algunos, el primer santo calabrés.

También en la griega isla de Creta, donde la santidad se dice “agios”, hay una aldeíta en un entorno calizo, llamada Agios Adrianos, (San Adrián) y en ella hay una famosa cueva con una amplia entrada, llamada Atziganospilios.

La ensenada escocesa de Firth of Forth, es un estuario que se orienta al Nordeste y que en su salida tiene una pequeña y abrupta isla muy famosa por la espectacularidad de sus acantilados y por ser un santuario de nidificación y descanso de aves marinas, por lo que recibe numerosas visitas de turistas.
Se trata de la Isla de May, que en su lomo guarda las ruinas de Sant Adrian abbey, una abadía medieval que cuentan fue arrasada por los wikingos.
Obviamente, los inventores de historias no se quedan mirando y han decidido que el nombre de la abadía, procede de un santo local llamado “Ethernan” y que los latinos convirtieron en Adrián.
El hecho de que la isla muestra unas cavernas enormes solo accesibles por mar, obliga a pensar en que el nivel del mar que estaba mucho más bajo hace diez, doce o quince mil años, dejaría ver una isla mucho más grande (ver carta marina con las profundidades en pies), a la vez que la boca del estuario sería mucho menos amplia, pudiéndose –quizás- llegar a pie a lo que ahora es una isla.
Si eso fue así, la isla mostraría las cavernas en toda su dimensión y el nombre procedería de ese hecho y no de que hubiera existido el beato “Ethernan”.
Y es que todo este ensayo parte de considerar que el nombre de Adrian y de todas sus variantes, ha sido la consecuencia de la ligera alteración de la frase de Euskera que expresa la idea de un abrigo, de una cueva amplia: ATERRI AN.
Muchos de los lugares en que había este tipo de abrigos y que no eran conocidos por otros elementos singulares que los definieran, se llamaron simplemente ATERRIAN/ADRIAN durante milenios… hasta que llegó la ola del cristianismo y de igual manera que se “cristianizaron” cientos de lugares con los nombres de santos y santas que “sonaban” de forma parecida, la mayor parte de los “Aterrian”, se dotaron del título de santidad en el idioma local y solo algunos quedaron tal como eran antes.

Jabier Goitia Blanco.

Javier Goitia Blanco es licenciado en ingeniería y geografía y conoce bien la península ibérica por su trabajo de medio ambiente. Para realizar su estudio de la lengua utiliza la base de datos del Instituto Geográfico con unos 1.200.000 topónimos. Ha publicado el libro ADN del Euskera en 1.500 partículas y además es autor del Diccionario Etimológico Crítico del Castellano», obra compuesta de 20 tomos.  

http://eukele.com/

https://www.amazon.es/Introducci%C3%B3n-Diccionario-etimol%C3%B3gico-cr%C3%ADtico-Castellano/dp/1981994262

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